Un desastre es para siempre by Jamie McGuire

Un desastre es para siempre by Jamie McGuire

autor:Jamie McGuire [McGuire, Jamie]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Erótico, Juvenil, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2013-12-10T05:00:00+00:00


8

POR FIN

Travis

—No, solo denos un minuto —contesté.

Abby estaba medio tumbada, medio sentada en el asiento de cuero negro de la limusina con los mofletes sonrojados y jadeando. Le besé el tobillo y luego desenganché sus bragas de la punta de su tacón y se las di.

Maldita sea, qué guapa estaba. No podía quitarle los ojos de encima mientras me abrochaba la camisa. Abby me lanzó una inmensa sonrisa al tiempo que se volvía a ajustar las bragas sobre la cadera. El conductor de la limusina llamó a la puerta. Abby asintió y le di luz verde para que abriera. Le entregué un billete grande y cogí a mi mujer en brazos. Atravesamos el vestíbulo y el salón del casino en pocos minutos. Podría decirse que estaba bastante motivado para llegar a la habitación. Afortunadamente, al llevar a Abby en brazos no se me veía la erección.

Ella ignoró a las decenas de personas que miraban cómo entrábamos en el ascensor. Apenas se oyó el número del piso cuando intenté decírselo a la pareja que nos observaba divertida junto a los botones, pero de reojo vi que habían apretado el correcto.

En cuanto pisamos el pasillo, mi corazón empezó a latir con fuerza. Llegamos a la puerta de la habitación, pero no lograba sacar la llave electrónica del bolsillo con Abby en los brazos.

—Ya lo hago yo, cariño —dijo ella sacándola y besándome mientras abría la puerta.

—Gracias, señora Maddox.

Abby sonrió besándome.

—Ha sido un placer.

La llevé directamente a la cama y la tumbé. Abby se quedó mirándome durante unos instantes mientras se quitaba los zapatos.

—Quitémonos esto de en medio, señora Maddox. No quiero fastidiar esta pieza de su vestuario.

Le di la vuelta y le desabroché lentamente el vestido, besando cada cachito de piel que iba quedando al descubierto. Tenía cada centímetro de Abby grabado en la mente, pero tocar y saborear la piel de la mujer que ahora era mi esposa se me hacía completamente nuevo. Sentía una excitación que no había sentido nunca.

Su vestido cayó al suelo, lo cogí y lo dejé sobre el respaldo de una silla. Abby se desabrochó el sujetador y lo dejó caer, y yo deslicé los pulgares entre su piel y el encaje de sus bragas. Sonreí. Ya se las había quitado una vez.

Me agaché para besarla detrás de la oreja.

—Te quiero tanto… —susurré bajándole suavemente las bragas por los muslos.

Cayeron hasta sus tobillos y las apartó de una patada con los pies descalzos. La envolví con mis brazos y respiré hondo por la nariz, acercando su pecho desnudo contra el mío. Necesitaba estar dentro de ella, mi polla parecía estirarse buscándola, pero era fundamental que nos tomáramos nuestro tiempo. La noche de bodas solo se vive una vez y quería que fuera perfecta.

Abby

Se me puso la carne de gallina por todo el cuerpo. Cuatro meses antes le había dado a Travis algo que jamás había dado a ningún otro hombre. Estaba tan resuelta a hacerlo que ni siquiera tuve tiempo de ponerme nerviosa. Ahora, en nuestra noche



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